miércoles, 26 de enero de 2011

Capitulo 13



Emilio padre lee el informe que un detective le ha pasado de Marc. Pese a ser sábado a exigido que se lo llevaran de inmediato. Tenía muchas ganas de saber de su amado. Es bastante completo con su domicilio, trabajo y horarios. Marc está recién casado pese a que lleva 17 años viviendo con su actual pareja. Ha pasado los últimos 18 años viviendo en Brasil de donde es su esposo. Emilio lee el informe con amargura. No deja de parecerle curioso que la salida de Marc del país coincidiera con su regreso luego de haber enviudado.
--¡por eso no pude encontrarlo¡
Cuando regresó de Miami quiso saber de Marc, era ya un hombre libre pero en esa ocasión era Marc el que había cruzado el océano que de nuevo los separaba. Emilio está muy enojado con el destino, con sí mismo.
--si hubiera enviudado antes…
Luego siente culpa porque entonces no hubieran nacido los gemelitos. Los adora pero no puede dejar de pensar que si no hubieran existido, que si la madre hubiera muerto antes se habría reencontrado con Marc.
--Él no se hubiera ido y ahora Marc estaría casado pero conmigo.
A Emilio le duele haber perdido al amor de su vida, a la única persona de la que ha estado enamorado. Para conformarse piensa que igual si los gemelitos no hubieran nacido a lo mejor aún seguirá casado, atado a una anciana esposa.
--almenos ahora puedo corregir mis errores.
El hombre suspira. Guarda el informe en el cajón. Agarra el álbum que tiene en el mismo cajón, fotos de su pasado más hermoso. Las lágrimas mojan las hojas del álbum.
--¿porqué te tuviste que ir del país, Marc?¿porqué no me esperaste? Ahora podríamos estar juntos, disfrutando del dinero de esa vieja maldita. ¿¿porqué no me entendiste? ¿porqué no te conformaste con lo que yo te ofrecía? Hubieras sido mi amante unos años pero ahora serías mi esposo. El dueño de todo junto conmigo.
Emilio mira las fotos de su juventud, se veían tan felices, tan enamorados. Esos ojos azules de Marc lo ahogaron desde el primer día que se cruzó en ellos. Marc ya no tiene el cuerpo de antaño pero esos ojos azules lo continúan ahogando. Piensa con emoción en sus últimos encuentros. Le duele que Marc lo recuerde con rencor pero también le llena de ilusión.
--si me tiene rencor es porque no me olvidó.
Y eso le hace mantener la esperanza de volver a vivir en la madurez ese amor que los unió en la juventud.

Mientras, David y Sebastián se afeitan los dos juntos. Se muestran muy cariñosos.
--la semana que viene no podré venir el fin de semana ¿te viene bien si quedamos entre semana? No sé de lunes a miércoles tengo libre. ¿podrás tú?
David lo mira enamorado:
--no me lo perdería por nada del mundo.
--pero tienes clase.
--sí, pero faltaré.
--no quiero que pierdas clases por mi.
--luego las recupero.
Sebastián se siente querido y le gusta.
--además comienzo en un nuevo instituto así que no me viene de aquí.
--¿Cómo es eso?
--es largo de explicar.
Pero tienen un día y medio para hablar, para hacer el amor. Es algo que a los dos les encanta.

Esa misma noche, Emilia sale a dar una vuelta por la cercanía de la casa. No quiere ver a nadie pero el estar encerrada la ahoga. Necesita que le dé un poco el aire. Se encuentra un grupo de chicas en una despedida de soltera. Unos chicos las observan.
--¿no queréis unos machos que os animen la fiesta?
El que habla es muy guapo y el acento inglés de él la enloquece. Además se le ven mucho los calzoncillos. Más que deseo lo que siente es la necesidad de aferrarse a lo que sea para no hundirse. Se queda mirando al chico. El sexo es su mejor droga, lo que necesita para olvidar. El chico se acerca a Emilia. La mira seductor:
--¿necesitas algo, princesa?
Emilia no dice nada. Lo besa ardientemente. Segundos más tarde está en el área de servicio de una casa vecina acostándose con los cuatro amigos. La tratan como a una prostituta y a ella le va bien porque se olvida de su dolor aunque no le gusta que la traten como si no valiera nada, como si sólo buscara sexo.
--vuelve cuando quieras aquí hay mucho macho para darle lo que necesita una putita como tú.
Emilia se viste en silencio mientras los amigos se felicitan, se sienten orgullosos del momento que han vivido. Emilia se va sin decir nada. A solas en su cuarto se da una buena ducha y llora.








colaboracion especial de McFly


(el primero que le habla)

(el segundo que le habla)






Por su lado, David y Sebastián hacen el amor hasta que la piel casi se les cae a tiras. Se desean pero también sienten un gran cariño el uno por el otro. Se tratan con una gran dulzura, preocupándose mucho que el otro esté bien, que esté disfrutando tanto o más que uno mismo. Se quedan desnudos el uno sobre el otro derrotados de tanto gozar. David despierta al día siguiente, está en brazos de su amante que lo mira con ternura.
--¿hace mucho que estás despierto? –David.
--un rato. Me gusta mirarte –Sebastián dulcemente.
Se besan con mucho amor.
--¿nos damos una ducha mientras esperamos que traigan el desayuno? --Sebastián.
David no necesita contestar. Salta desnudo de la cama. Va corriendo hacia la ducha.
--maricón el último –dice con ironía.
Sebastián lo mira divertido.
--¡ya te pillaré, ya¡
Llama al servicio de habitaciones. Primero se dirige a David:
--¿qué quieres tomar?
David le grita desde el cuarto de baño:
--¡lo que tú quieras¡
Sebastián hace el pedido. Luego salta de la cama, también desnudo.
--¡ahora te vas a enterar¡
Corre divertido hacia el baño. David lo está esperando tras la puerta. Se le tira encima. Besándose, acariciándose, riendo van entrando a la ducha. No dejan de tocarse. Bajo el agua se besan, se devoran con pasión. El uno enjabona el cuerpo del otro. Los interrumpe el mozo que trae el desayuno. Sebastián se pone la toalla en la cintura. Enjabonado y mojado va a abrir. Da una propina al camarero.
--dejalo ahí.
Y corriendo vuelve a los brazos de David que lo espera ansioso.
--¿no tienes hambre? –le pregunta Sebastián a David sin dejar de besarlo.
--mucha –contesta David sin dejar de besarlo a Sebastián.
Sonríen divertidos.
--¿continuamos luego? –Sebastian.
Se miran con cara de depravados. Quieren aprovechar las últimas horas que les quedan juntos.
--está bien.
Pero ninguno de los dos tiene ganas de soltarse. David tiene la lanza apunto así que empuja al torero hacia la pared, inclinándolo un poco. Es un polvo muy rápido pero que sirve para que se desahoguen, en especial David pero Sebastián se conforma con que el otro haya disfrutado. Así, más tranquilos, desayunan. Llevan un albornoz pero no se han abrochado el cinturón con lo que la vista que cada uno ve es inmejorable. Aunque el deseo, la atracción que sienten es profunda y evidente entre ambos se están forjando unos sentimientos, una complicidad también profunda.
Nada más acabar el desayuno, se levantan. Sebastián acaricia a David muy amoroso, le saca el albornoz mientras le muerde el cuello.
--ahora me toca a mí –dice con ojos libidinosos.
Van cayendo a la cama, Sebastián se quita el albornoz. David boca abajo, Sebastián encima. Lo va acariciando, lo va besando delicadamente hasta que entra en él. Se quedan los dos tumbados el uno al lado del otro compartiendo almohada, mirándose con mucha dulzura, con las manos muy unidas.
--¿qué quieres que hagamos?¿damos una vuelta? –Sebastián.
--¿no tienes miedo que nos vean?
--¿y tú?
--Yo no, no tengo nada que ocultar.
Se hablan con mucho afecto. Sebastián no le dice nada, sólo le besa la mano. Para él es muy importante que nadie conozca de esa relación pero no quiere que David piense que sólo lo quiere para la cama. A David le gusta estar con el torero, no quiere que su relación sea estrictamente sexual pero no quiere salir al mundo, ese sentimiento que ha nacido dentro de él es algo muy suyo y quiere tener a Sebastián sólo para él.
--¿te vas esta tarde? –David.
--Sabes que sí.
A los dos les produce mucha tristeza separarse. Para sacarle dramatismo al hecho, el torero sonríe y dice:
--pero nos vemos en una semana y tendremos tres días.
David se aferra al cuerpo del hombre desnudo.
--No quiero separarme de ti, quiero estar a tu lado, tenerte sólo para mí. No quiero perder el tiempo.
David apoya su cabeza en el torso de él mientras Sebastián le acaricia la cabeza con mucho cariño.
Pasan el día tranquilos. Toman el sol en la terraza, disfrutan del jacuzzi. Hablan. Hacen el amor. Se comportan como una pareja. Eso es algo que a los dos les hace disfrutar mucho. Son felices.



David se pone muy triste cuando ve a Sebastián vistiéndose. Él sigue desnudo. Lo abraza con desesperación.
--¡no quiero que te vayas¡
Sebastián le sonríe. Lo acaricia.
--venga, vístete.
El torero usa un tono protector. David se viste a regañadientes.
--No quiero lágrimas, no quiero saber que sufres por mí. Sino me iré muy triste.
David sonríe. No quiere que su amado se lleve una imagen triste de él.
--chatearemos todos los días, verdad? –David.
--Sabes que sí.
Salen juntos. Se despiden con un abrazo, como simples amigos. David no quisiera dejarlo ir. Le gustaría decirle que se va con él pero es consciente que apenas se conocen y aunque David se iría pues tampoco quiere poner en una situación difícil al torero. Le suena el móvil. Es Sebastián desde el taxi. A David le gusta escucharlo. Su voz lo acompaña un buen rato. David llora. Le duele que no puedan estar siempre juntos. Sebastián es muy cariñoso.
--si te hago llorar no te llamo más.
David de traga sus lágrimas:
--No, no. No lloro, se me metió una basurita en el ojo. Me encanta escucharte, te amo.
David nunca había dicho te amo, nunca le había salido desde tan dentro. Sebastián asiente con la cabeza. No quiere pensar en sus sentimientos. No le dice nada pero le gusta, le gusta la entrega de David.

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